04 marzo 2016

LA CRUZ DE CRISTO, CAMINO HACIA EL PADRE



LA CRUZ DE CRISTO, CAMINO HACIA EL PADRE
                La creación tiene su máxima expresión en la creación del ser humano, llamado a la perfección en el mismo Dios, creador de todas las cosas. Cuando hizo la tierra, las aguas, los astros, la hierba y todos los animales según su género y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie, vio Dios que era bueno.
                “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Génesis 1:26).
 
¿Cómo era posible que el hombre realizara esta misión? La respuesta la encontramos en el mismo texto leído, puesto que Dios hizo al hombre a su semejanza, lo que presupone que está dotado de los mismos atributos que le capacitan para señorear y recrear la tierra y cuantos seres la habitan.
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).
Si somos “imagen de Dios”, todos los hombres y mujeres somos en esencia fruto del Amor Divino. Cuando Dios hubo creado al hombre “los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28).
En la bendición de Dios hallamos la Gracia necesaria que nos hace ser capaces de amar con el mismo amor del Creador. Es con ayuda de la gracia, que el hombre puede tener deseos perfectos, realizar actos perfectos y hacer cosas perfectas. Cuando el hombre permanece en la Gracia y en el Amor de Dios es cuando experimenta que puede obrar la perfección a imagen y semejanza de Dios.
Pero el hombre, caído en el pecado original, no podía por sí solo obrar de forma perfecta hasta que Jesucristo redimió al hombre y fue de nuevo injertado en la misma gracia que tuvo en el comienzo de la creación. Ya en el tiempo “nuevo”, tomando Jesús la palabra, dijo a sus discípulos:


“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5, 43-48).
No resulta difícil intuir que esta perfección a la que nos llama Jesús es la vida en el Amor, en su Gracia, la misma que nos posibilita que seamos criaturas en plenitud de santidad. Pongamos nuestras potencias (memoria, entendimiento y voluntad) al servicio de la Gracia y vivamos en adelante con recogimiento de la mente, en quietud de espíritu y en unión al evangelio, a fin de prosperar en el camino de santidad hacia el Padre. No olvidemos que este camino está en la Cruz de Cristo, único Redentor de la humanidad.
“El que no busca la Cruz de Cristo, no busca la Gloria de Cristo” (San Juan de la Cruz).
Feliz y Santa Cuaresma para todos.
Francisco Javier Cebrián del Pozo
(Vicepresidente del Consejo Diocesano de Cartagena)

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